Consiste en la separación de la placenta de la pared uterina antes o durante el parto, lo que provoca una hemorragia debido a la rotura de los vasos sanguíneos que unen placenta y útero. La falta de placenta puede suponer la falta de oxígeno y nutrientes para el feto.
Son diversas las causas que llevan a este desprendimiento, que afecta a uno de cada 120 embarazos, y dependiendo de su grado de separación es más o menos grave. Se trata de un problema muy poco frecuente, pues sólo ocurre del 0,4 al 3,5 por ciento de todos los partos, aunque si se ha sufrido en un parto previo, las probabilidades de sufrirlo en un nuevo parto se reducen a uno de cada 20. Siempre se presenta durante el tercer trimestre del embarazo.
Las causas concretas de un desprendimiento de placenta son desconocidas, aunque en muchas ocasiones se asocian con traumatismos directos del útero, debido a un impacto fuerte. Que el cordón umbilical sea corto o la pérdida rápida del líquido amniótico también pueden ser causa del problema.
Existen una serie de factores con los que también se asocia el desprendimiento de placenta, como la hipertensión arterial, el tabaquismo, un embarazo múltiple, anomalías en el útero, edad avanzada de la madre o la diabetes. Haber tenido más de dos hijos también parece ser un indicador de tener más posibilidades de sufrir un desprendimiento de placenta. En ocasiones también puede presentarse sin ninguna de las causas anteriores.
Síntomas
Una serie de síntomas puede indicar que la probabilidad de sufrir un desprendimiento de placenta es elevada: sangrado vaginal, dolor abdominal, contracciones uterinas, malestar general, náuseas, movimientos menores del feto, sangre en el líquido amniótico o hemorragias en el post-parto.
Una hemorragia entre la pared uterina y la placenta es la causante de que se produzca un desprendimiento: el coágulo que forma cada vez se va haciendo más grande, “despegando” cada vez más la una de la otra. Esta hemorragia puede causar algunos calambres o leves dolores abdominales.
Para detectar si ha habido desprendimiento de placenta se realizan ecografías abdominales y vaginales así como un monitoreo fetal o un ultrasonido. La sangre también se somete a análisis, con un conteo sanguíneo completo y estudios de nivel de fibrinógeno, tiempo parcial de tromboplastina, conteo de plaquetas y tiempo de protrombina.
Grado de gravedad
Dependiendo de cuál sea el índice de separación de la placenta de la pared uterina, se determinan diferentes grados de gravedad:
· Grado 0: no hay síntomas y sólo se diagnostica el desprendimiento de placenta después del parto.
· Grado 1: con sangrado escaso y con pocas contracciones uterinos. El feto no se ve afectado. Es el más frecuente.
· Grado 2: hay más contracciones uterinas y se producen hemorragias moderadas. El aumento de la frecuencia cardiaca del feto también puede ser un indicador.
· Grado 3: la máxima gravedad se da en el caso de que la placenta se separe por completo de la pared uterina, aunque es un caso muy excepcional. Se da un sangrado muy intenso con continuas contracciones uterinas. Se requiere de una cesárea para salvar al bebé, aunque si no está lo suficientemente desarrollado puede morir. Esta situación cuenta con una probabilidad baja, únicamente ocurre en uno de cada 750 casos.
Tratamiento
En los primeros grados, si el desprendimiento es leve no resulta de gravedad y se recomienda generalmente solo reposo. Conforme la separación de la placenta de la pared uterina va siendo mayor y debido a que la placenta no se reimplanta, se suele recomendar adelantar el parto, para que el feto sufra los mínimos daños posibles. En el caso de que el feto no esté lo suficientemente desarrollado, se pueden recetar fármacos para ayudar a terminar el desarrollo.
Durante el tratamiento, puede ser necesaria una transfusión de sangre y, si las pérdidas son muy altas, se realizaría una histerectomía. La histerectomía evita el sangrado mortal, pero por otra parte, impediría a la mujer volver a quedarse embarazada.
Ya que es posible que el desprendimiento de placenta se repita en un nuevo embarazo para aquellas mujeres que ya lo han tenido en un parto anterior, se puede realizar un estudio de trombofilias. En caso de que se detecten trombos, se pueden usar anticoagulantes para evitar que el desprendimiento ocurra una vez más.
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